La meditación o el cultivo de la Atención Consciente ha sido uno de los fundamentos de la metodología oriental de introspección, autoconocimiento, sanación e incluso tratamiento a otros, siendo una parte integral de la formación de la persona en diferentes campos y aplicaciones a lo largo de los siglos.

Actualmente la meditación goza del prestigio que se merece gracias a su validación científica (3720 estudios hoy) que garantizan su puesta en práctica correcta, más allá de la cultura original, con una mejor comprensión de sus mecanismos. A ese movimiento que basado en la tradición abre sus contenidos a la medida y evaluación neurocientífica se conoce actualmente como Mindfulness y goza de una creciente popularidad en todo el mundo.

Si bien el término original nace del budismo, significando “Atención o consciencia plena”, sus fundamentos y potenciales están más allá de cualquier cultura.

Con su popularización encontramos como es lógico, diferentes niveles de aplicación, implicación, metodología y profundidad. Si bien la meditación ha estado sujeta desde siempre al conocimiento de una tradición, hoy en día, bajo el amparo de Mindfulness, es más sencillo cuantificar, perfilar y objetivar sus efectos.

Con frecuencia, debido a su creciente popularidad, profesores, educadores, maestros, psicólogos, terapeutas y estudiantes se debate sobre el aprendizaje de técnicas y prácticas contrastadas de alineación psicofísica, sencillas de aprender y ejecutar, pero dotadas de un alto rigor metodológico basado en la evidencia.

Muchos pacientes y estudiantes necesitan la “atención plena” para manejar el dolor, la incertidumbre, los procesos mentales, la comunicación, las relaciones y las emociones que una y otra vez día tras día, en forma de stress, trauma o patología psíquica, les aquejan.